miércoles, 12 de enero de 2011

En torno a Descripción de la mentira, de A. Gamoneda.

Antonio Gamoneda nace en Oviedo en 1931, trasladandose en el 34 a León junto a su madre y habiendo perdido a su padre de 44 años y también poeta.


“El 36 fue una autopista de muerte, después la represión”

Desde el comienzo a Gamoneda le rodea una atmósfera en la que, como él mismo dice, se convive con la muerte. Esto de alguna forma marcará su trayectoria personal y poética, manchada por esta vivencia constante.
La represión podría, así mismo comprenderse como una muerte en vida, pero en su poesía ésta resulta ser un canal por el que convertir el peso de los acontecimientos en compasión e incluso en el placer de lo bello.
Por tanto, Gamoneda no imagina, sino que considera este tema un compañero de viaje.



Carne viva, ambigüedad y polisemia.


Sus poemas, de gran carga sentimental, contienen, como él comenta, una pasión por la palabra. La palabra en carne viva, una palabra sin atadura, que reside en la ambigüedad y, sobre todo, reside en la polisemia.
Gamoneda trabaja eliminando datos específicos de localización. Al hilo de ésto él habla de la poesía como una tarea alquímica, transformando la realidad y colocándola en otras significaciones latentes no presentes en la superficie.

La primera vez que leí Descripción de la mentira recuerdo haber entrevisto, como lector libre, una historia personal. Si hubiese tenido que situar la obra en un lugar hubiese sido un lugar hermético: el cuerpo.

La experiencia como generadora de conciencia.

Ahora comprendo que es esa experiencia, el contexto en el que se sitúa el autor, la que desencadena la vivencia en su cuerpo, en un lugar íntimo y hermético; la que genera una poesía que mueve y conmueve.
Es sobre esa experiencia sobre la que se levanta su conciencia; el poemario no nace de una estructura lógica, sino de una intuición poética y de un trabajo de la memoria sin un plan deliberado.

La obra se trabaja en un estado de penumbra, marcado por más o menos siete años de silencio poético. Este estado de penumbra marca tanto la obra como el tiempo real al que hace referencia, un tiempo de liberación y apertura a la transición del 75 generando un contraste entre el hermetismo del texto y la apertura externa


Temblor de cauces invertidos, gestos de rostros improbables: eso queda de nuestros actos. Antes pasaron días; había sangre en la serenidad

y los días eran espesos en mis párpados.